texto 7

Y en los pasos de ese tango argentino, se reflejaba la pasion y el amor, la sensualidad de la mujer, con sus movimientos insinuantes, bellos.
Bailaban a la luz de la luna, juntos, podian sentir el aliento del otro en su oreja, en su cuello… Bailaban sin parar, enérgicamente, reproduciendo la escena de dos pajaros volando buscando seducir al otro. Era un baile hipnótico, hasta la luna no podia dejar de mirarlos, de observar su bella danza, ahí en el puerto, con la leve luz plateada iluminando las olas del oscuro mar nocturno, enmarcando sus siluetas en la luz de las farolas, bailando, bailando, bailando… La noche se hizo eterna solo para poder contemplar el baile de estos dos curiosos personajes. La luna no queria irse, queria ver el final del baile, pero no acababa. Era un baile constante, inagotable, incansable, infinito, que solo pararia cuando uno de ellos perdiera el amor hacia el otro…
Ese momento no llegaba, la noche no acababa, y el tango perduraba, con su marcado paso resonando entre las estrellas, todos lo oian, pero nadie lo veia. Ese tango argentino estaba en sus sueños, dentro de ellos, y no despertaban nunca, para poder acabar de verlo.
Mientras los enamorados bailaban en el puerto, la gente soñaba con su baile.
Ese paisaje mágico aumentaba aun mas las ganas de bailar, de no parar nunca, nunca…
Ese amor interminable, ese tango constante, resonando en nuestro corazon, en nuestra mente, en nuestro cuerpo…