Siente la rabia que corre por mi cuerpo, la presión de la sangre que ahoga mis venas, bailando al son de un latido demasiado rápido, causado por un corazón cegado por el dolor y el resentimiento. Siente mis venas hinchándose. La euforia, la rabia, la adrenalina que siento cuando se que voy a matar.
Siente la rapidez de mis piernas corriendo por el bosque, siguiéndola a ella, a mi presa, que se siente asustada, perdida, muerta. Siente esa presencia tras ella, que se acerca mas y mas, cada vez mas rápido, mas veloz, mas furiosa. Siente que paro. Se gira, observa, otea entre los oscuros árboles y ve que no estoy. Se pone más nerviosa, gira sobre si misma intentando captar un movimiento, una sombra, algo que le indique donde estoy. Siente que no he desaparecido, que sigo allí, amenazándola, invadiendo su corazón de terror. Y yo la observo desde las alturas, divertido, sintiendo el ansia de la caza, deseando saborear su sangre en mis labios, oír sus gritos, sentir los últimos movimientos de un cuerpo moribundo.
Me abalanzo sobre ella. Caigo silenciosamente desde el cielo al que me han catapultado mis piernas. Abro los brazos, planeo en silencio, saco las uñas, estiro las manos. Ella presiente que me acerco. Levanta la cabeza atemorizada. Sus ojos me miran bañados en terror. Intenta gritar pero no puede. Llora. No se puede mover, no puede escapar. Siente la luna tras de mi, iluminando un cuerpo humano y no humano al mismo tiempo. Siente la luna que observa la caza del lobo. Siente que mis uñas la alcanzan. Se clavan en su tierna carne, desgarran el músculo, parten el hueso. Siente el dolor. Siente mi rabia. Siente que su vida se le escapa entre mis mandíbulas, manchadas de su sangre, que le devoran el cuello. y muere lentamente, sintiendo mi rabia a cada segundo que pasa en su agonía. Siente el dolor que me han causado los de su raza. Y llora. Lora. Llora de dolor. Y yo disfruto de su muerte.
Siente la caza.
La caza del lobo.
El fin de los hombres.
